domingo, 3 de agosto de 2014

El espectro del Titanic, de Arthur C. Clarke

Por Maximiliano Ponce


¿Es posible que la misma Naturaleza que lo hundió sea la responsable de frustar los esfuerzos por reflotarlo un siglo después? Esta idea recorre la trama de El espectro del Titanic (The Ghost from the Grand Banks), una novela de Arthur C. Clarke publicada en 1990.


Con distintos medios y propósitos, dos grupos de empresarios buscarán sacar la nave a la superficie (cada cual eligirá su mitad). No queda mucho tiempo: el 2012, centenario del naufragio, marca el final de la cuenta regresiva, y aparte de la conmemoración hay intereses personales de por medio.



¿Quiénes están detrás de esta monumental empresa? Por un lado el excéntrico matrimonio Craig, célebre por salvar a importantes compañías del temido “efecto 2000” —o Y2K, su apodo más popular— y con una extraña obsesión por el conjunto Mandelbrot y sus lisérgicos diseños. Su estrategia, paradójicamente, consiste en envolver la popa en una burbuja de hielo flotante... 
En la otra esquina está el clan de los Parkinson, una rica familia inglesa que, con el asesoramiento del inventor Roy Emerson, empleará millones de microesferas de cristal para subir la proa. 
Entre ambos bandos actuará de árbitro Jason Bradley, un intrépido ingeniero oceánico, experto en el arte de espantar pulpos gigantes y otras habilidades submarinas.  



No es la novela más conocida de este autor —pertenece a su última etapa— pero sí la primera que leí de él. Y lo que me gustó, viniendo de un escritor de la hard SF, es que la historia está salpicada de pasiones y dramas humanos que la convierten en algo más que una fría y vanidosa carrera tecnológica entre magnates. Ahí entra, por ejemplo, la fascinación por los números que lleva a la locura mística; la fantasía de “resucitar” un cuerpo criogenizado; y una pregunta inquietante: ¿será el Titanic ese amuleto perdido que dará cuenta de nuestra existencia cuando el sol se haya apagado y no existamos más?


A 102 años del naufragio, los esfuerzos por “sacar a flote” el trasatlántico con tecnología 3D y la construcción de una réplica —Titanic II— que lleva adelante el multimillonario Clive Palmer parecen confirmar la fascinación que todavía hoy existe por esa cápsula hundida en las profundidades del mar y del tiempo.



2 comentarios:

  1. Sí, y como siempre los años terminaron por demostrar que estas ideas no eran tan descabelladas como se creía. En breve, más reseñas de Arthur C. Clarke. Stay tuned.

    ResponderEliminar